domingo, 7 de agosto de 2011

“YO AMO A LUCY” (I LOVE LUCY)


El 6 de agosto del 2011 se conmemoraron los primeros cien años del nacimiento de Lucille Ball, esa brillante comediante que nos evoca tan felices momentos de la infancia, cuando veíamos en familia “I Love Lucy”





“Yo amo a Lucy” fue el primer gran programa de la televisión internacional, el primero que se exportó a gran escala, el primero de los Estados Unidos que se tradujo a idiomas insospechados y el primero en demostrar que la televisión podía ser un negocio tan redituable o más que el cine de Hollywood.
 “Yo amo a Lucy” es una comedia cien por ciento familiar que llevó a millones de hogares de los cinco continentes las virtudes del estilo de vida de los Estados Unidos. Fue un vehículo ideológico de lo más efectivo.
 Tuvo un éxito estrepitoso tanto de crítica como de “rating”. “Yo amo a Lucy” todavía se transmite con bastantes buenas cifras en muchos países y no ha parado de generar dinero desde 1951.
 Las 179 medias horas de las seis temporadas que duró al aire, se cotizan entre quienes gustan de coleccionar programas viejos de televisión.
 “Yo amo a Lucy” es la madre de todas las comedia de situación, la madre de las series que tienen como eje central a una pareja de recién casados o a una familia con hijos pequeños.
 Por lo mismo, de “Yo amo a Lucy” hay videos, libros, camisetas, sudaderas, calendarios, ropa interior, barajas, imanes, tazas, llaveros, plumas, relojes, discos, revistas y hasta convenciones.
 A diferencia de compañías como la Warner o Disney que han montado locales para vender artículos promocionales de todos sus personajes, “Yo amo a Lucy” es el único programa de televisión con actores de carne y hueso que tiene sus propias tiendas exclusivas.
 Usted llega y lo único que ve son objetos de “Yo amo a Lucy”.
 ¿Y sabe qué es lo más divino? Que este programa sigue tan vigente como en los años cincuenta, como aquel 15 de octubre de 1951 en que cambió la historia de la televisión internacional.
 Nadie se esperaba que aquella inocente comedia en blanco y negro, con una pelirroja disparatada, un cubano en tiempos previos a la revolución de Fidel Castro y una pareja de amigos como la que todos tenemos, conquistara a la humanidad con sus payasadas.
 Ella era tonta, tonta, tonta, pero tan chistosa y tan buena gente que resultaba imposible dejar de adorarla. Además era mujer, lo cual no era muy común en el entretenimiento de aquella época, dominado por puros vaqueros de mala cara.
 Los psicólogos señalan que una de las claves del éxito de “Yo amo a Lucy” está en que sus situaciones son reales, le pueden pasar a cualquiera.
 Y ya si nos metemos con el rollo de la figura materna, de las reacciones infantiles de la heroína o del romanticismo de los caballeros, la cosa se pone mejor.
 “Yo amo a Lucy” es un programa tan único e irrepetible que en contraste con clásicos posteriores como “Los Locos Adams” o “Los Picapiedra”, nadie podría hacer una película con sus personajes.
 ¿Por qué? Porque la gracia de “Yo amo a Lucy” estaba y está en la actuación de su protagonista, Lucille Ball, una señora actriz capaz de enloquecer a las audiencias con tan sólo torcer la boca.
 Créame que nadie como ella ha generado tantos capítulos de culto. Yo recuerdo, de la versión en español, aquel donde ella conseguía trabajo como modelo de comerciales en vivo.
 Resulta que ella tenía que anunciar un jarabe vitamínico llamado “vaita-vita-bécheman” probando una cucharada ante las cámaras de televisión mientras decía “y es muy rico”.
 Pero había un pequeño detalle, el jarabe tenía alcohol y después de varios ensayos, Lucy acababa tan ebria que echaba a perder todo el numerito.
 Bueno, pues de algo tan simple, Lucille Ball hizo una obra maestra que hasta la fecha se le sigue aplaudiendo.


1 comentario:

  1. Lo borraron, como hago para verlo ? Solo hay malas imitaciones en españo..

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