domingo, 31 de enero de 2016

domingo, 24 de enero de 2016

LA GENTE NO SABE...





RECOMPONER EL ESPÍRITU




“Cuestiones del espíritu”
José Rafael Herrera


Jürgen Habermas, uno de los más dignos representantes de la Escuela de Frankfurt, ha dado cuenta de la concepción del espíritu desarrollada por Hegel ya desde sus primeros escritos, mejor conocidos como los Jugendschriften, o escritos de juventud. En la experta opinión del filósofo alemán, conviene distinguir muy nítidamente entre el Geist usado por Hegel y el mind, propio de la psicología, así como también de ciertas tendencias filosóficas contemporáneas estrechamente vinculadas al positivismo y al empirismo. En una expresión, para Habermas, no es lo mismo hablar del Espíritu –Geist– que de la mente –mind–. En tal sentido, sería un grave error traducir una de las obras más importantes de Hegel –si no la más importante–, es decir, la Fenomenología del espíritu, como la Phenomenology of mind, siendo más adecuada su traducción por Spirit, dado que mind sugiere la condición propia de la individualidad, mientras que Spirit comporta una relación que no puede prescindir de la comunidad, del ser y de la consciencia sociales.

Si algún religioso, particularmente inclinado hacia el llamado “espiritismo” o hacia los rituales mágico-místicos de origen africano, llegase a sospechar que en estas líneas pudiera encontrar alguna justificación conceptual para sus respetables creencias, sería necesario citar, al respecto, las palabras con las cuales Spinoza concluye la Introducción de su Tratado teológico-político: “No los invito a leerme, y, más bien, deseo que lo olviden antes que interpretarlo”. Porque, en realidad, el espíritu al cual se refiere Hegel, y que despierta el interés de Habermas, no posee nada de misticismo. Todo lo contrario, su fuerza reside en su determinación objetiva y, sobre todo, concreta. La popularidad de la “autoayuda” encuentra su explicación racional en una sociedad que ha perdido la virtud pública, con lo cual pone de manifiesto su desaliento, su tristeza interior y su pobreza espiritual. Es, en suma, el significado real de un “Dios proveerá” que hipócritamente pretende ocultar el “sálvese quien pueda”.

El espíritu es, en estricto sentido, el medio en virtud del cual un yo se comunica e identifica con otro yo. A partir de esa relación, se va progresivamente constituyendo el recíproco reconocimiento, la mediación en la que los sujetos se encuentran y se reconocen. No es posible pensar el espíritu si los sujetos no se encuentran. Más aún, si no hay encuentro es imposible la existencia misma de los sujetos.

En este sentido, puede afirmarse que el término espíritu sustenta el pasaje dialéctico del yo al nosotros, el encuentro de los individuos como ser social, como fundamento de su civilidad, de la identidad de cada particular con lo general. Y es justamente esta relación la que configura el espíritu de un determinado pueblo, de una determinada época e, incluso, de un determinado equipo, más allá de “la subjetividad propia de la conciencia solitaria”. En consecuencia, considerarse “Vinotinto”, por ejemplo, quiere decir saberse, reconocerse, como parte integrante, sustantiva, de un determinado espíritu, por encima y a pesar de las mafias federativas o de los desaciertos o incompetencias de ciertos técnicos. El “equipo” podrá perder. Pero si se forma parte de él, si, mediante él, la condición de individuo se transubstancia en la de comunidad, en la de ethos, entonces se es “Vinotinto hasta la muerte”.

Un auténtico universitario se reconoce, como alguna vez escribiera Uslar Pietri, en el estudio, en la pasión por la búsqueda continua de la verdad, en la inagotable sed de investigación que redunda en conocimientos cada vez más adecuados con la realidad, en fin, en el aprendizaje y la enseñanza, en la abnegación y la renuncia frente a todo aquello que pretenda negar el saber. Se puede llegar a pensar que se trabaja exclusivamente para el provecho propio, para el propio interés, con independencia del resto de la comunidad, cuando se penetra a ciegas en las profundidades de las galeras de la experiencia individual. No obstante, y como resultado, es decir, retrospectivamente, llega la sorpresa, la maravilla que, según Aristóteles, se haya al inicio de todo verdadero re-conocimiento: la sutil punta de la astucia ha concluido su función esencial. Le ha hecho comprender al topo insensato que su labor ha terminado en la reafirmación y enriquecimiento del espíritu, del cual es arte y parte.

El extravío del espíritu de un pueblo es el terreno propicio para el surgimiento de “la guerra de todos contra todos” y, por supuesto, para el surgimiento del despotismo. Es el “río revuelto” que da ganancia a los inescrupulosos, a los resentidos, a los corruptos, en suma, a ese malandraje al que García Bacca definiera cabalmente como “la canalla vil”. Cuando el asesinato y el hurto se hacen hábito, o cuando “la sociedad del control” se traduce en largas colas para adquirir alimentos y medicinas; cuando la educación, la salud y la seguridad personal dan paso a la vindicación de la mediocridad, la insalubridad y el terror; cuando el valor material de la moneda es inferior al del billete que lo representa; cuando se “encarga” a un delincuente robarse un vehículo para extraerle los repuestos a fin de reparar el propio; en fin, cuando la miseria humana se ha extendido como un cáncer que ha hecho metástasis, entonces el espíritu deviene pobreza. Ya no hay “Vinotinto”, ni re-conocimiento. Ya no hay “equipo”.

La labor es ardua. No es moral: es ética. El problema no se resuelve mediante la elaboración de un “plan” de “economía productiva”. Extraña frase, por lo demás, que la hace sospechosa de vacuidad. Por lo pronto, “salvar” el país solo puede ser el resultado de la recomposición integral de su espíritu.



JOSÉ RAFAEL HERRERA








Fuente: EL NACIONAL WEB

LA GRANJA CHAVISTA




“El Cerdo Supremo y sus cerdos revolucionarios”
Gustavo Tovar Arroyo

  


“Los animales asombrados pasaron su mirada
del cerdo al hombre y del hombre al cerdo;
y nuevamente del cerdo al hombre,
pero ya era imposible distinguir
quién era uno y quién era otro.”

George Orwell
(Rebelión en la granja)




Un apacible corderito de la granja chavista que se rebela

No soy fabulista ni mucho menos, pero vivir en Venezuela y sufrir el chavismo a menudo me pone creativo. A veces me excedo, lo sé, como en esta ocasión, pero es inevitable: soy un blasfemo. El más buscado.

Pero estemos claros, las blasfemias no son sólo cosa mía, también ustedes -pueblo lector- tienen cierta responsabilidad en la subida de tono de mis escritos. Cada vez que nuestra tragicómica realidad tropieza con otro evento animalesco, son ustedes quienes me empujan, pican y arrinconan para que escriba una nueva alegoría.

Si no fuera así -¿quién lo duda?- yo sería un apacible corderito de la granja chavista, otro más.

En esta ocasión, Merentes y Viloria, esos cerdos revolucionarios, son el tropiezo.



Cerdos revolucionarios

El británico George Orwell no vivió en Venezuela pero es como si lo hubiera hecho. Sus fabulosos 1984 y Rebelión en la granja son textos indispensables para comprender al chavismo. Me detendré brevemente sobre el segundo. Ya lo he hecho en anteriores ocasiones, pero si una fabula la “repites adecuadamente mil veces” quién quita que se convierta en una verdad del imaginario colectivo.

No creo que Nelson Merentes y el coronel José Viloria, esos cerdos revolucionarios, hayan leído la Rebelión en la granja, si lo hubiesen hecho no se comportarían como tales, quiero suponer que tendrían un poco de pudicia y de vergüenza.

Intentaré resumirles de qué se trata la novela de Orwell para que no se ofendan conmigo (soy un inocente corderito), es una ingenua fábula como la de Tío Tigre y Tío Conejo de Arraiz (ese sí que era un conspirador, no yo) que no causa ningún daño.

De cualquier modo sería bueno que dejen de retozar en la inmundicia y lean, según dicen el Cerdo Infinito y Supremo lo hacía. Sigan su ejemplo…, rectifico, mejor no lo hagan, no se vayan a poner más creativos.

Mejor les resumo, evitemos peores cerdadas.


Rebelión en la granja
(fábula sobre la dictadura de los cerdos)

Enmarcada en la Rusia revolucionaria que se liberó de la indolente monarquía zarista de Nicolás II (vaya qué cosas las del destino y los nombres), la Rebelión en la granja es una sátira a la farsa 
socialista que sucedió en el poder al monarca ruso, tocayo del nuestro.

El cerdo Mayor, una suerte de Cerdo Supremo de entonces, incitó a los animales de la granja para que se rebelaran contra el régimen opresivo que imponían los hombres (el señor Jones en la novela). Y aunque no pudo ser testigo de la revolución que causó entre sus semejantes (también murió antes de tiempo), logró la proeza de inspirar la sacudida sociopolítica que se instaló posteriormente.

La revolución de los cerdos triunfó y logró que éstos se hicieran del poder de la granja (la alevosa imaginación nos obliga a pensar en Venezuela). Una vez en él -en el gobierno- iniciaron una serie de reformas sociales que fueron violando de manera flagrante y cínica, una tras otra, conforme pasaban tiempo en el poder (ese que cuando es absoluto corrompe absolutamente).

Fue de ese modo que comenzaron a comportarse -los cerdos- como los infames hombres que habían derrocado y actuaron de la misma manera despótica y arbitraria, lujosa y oprobiosa como supuestamente lo habían hecho éstos: persiguieron con sus “perros” (creo que ahora le llaman “colectivos”) todo indicio de disidencia; caminaron en dos patas (no en cuatro como es su naturaleza); usaron ropa lujosa (como el cerdo Pedro Carreño); durmieron en camas, bebieron alcohol, mataron, y convirtieron la granja en algo mucho más calamitoso que lo que habían combatido.

El cerdo Nicolás -perdón, ¿qué digo?-, el cerdo Napoleón (nombre del protagonista de la novela) fue el encargado de completar la faena cínica revolucionaria. Fue el cerdo que cristalizó la dictadura soñada por el cerdo Mayor (Supremo o Infinito, es lo mismo).

(Disculpo mi equivocación de nombres pero es que las “N” sucesorales se me enredan. Además, hay tanto zar “Nicolás” y monarquías de narcosobrinos en la historia que me confundo. Es de humanos errar.)

El desenlace de la novela y su revolución de los cerdos fue un desastre infinitamente peor que el del gobierno de los hombres que habían derrocado.

¿Calza entre nosotros la fabula de los cerdos?


Por obra y desgracia del Cerdo Supremo

Mi analogía surgió después de leer unas declaraciones que hizo el historiador mexicano, Enrique Krauze, al diario ABC de España. Expuso: “El verdadero rostro -del chavismo- aún no lo conocemos y va a tardar en revelarse. El horror que iremos descubriendo no tendrá precedentes, por el grado de corrupción, de descomposición, de destrucción de fuentes económicas, como PDVSA, y sobre todo de destrucción del tejido social y moral del pueblo venezolano.”

No sé si sea posible descubrir más corrupción que la del cerdo Diosdado, descomposición que la del cerdo Viloria (y su despiadada vejación a mujeres y niños), destrucción de fuentes económicas y destrucción moral que la del cerdo Merentes (sus perversiones y pedofilia con niñas), pero si lo fuera no nos cabe duda de que estaríamos ante la dictadura más cerda de la historia de Latinoamérica.

Y todo por obra y desgracia del Cerdo Supremo.


Todos los animales son iguales

Espero que nadie se sienta ofendido por la analogía fabulosa que me estoy despachando en este suelto, no soy el responsable, fue a Orwell a quien se le ocurrió escribir sobre Venezuela hace más de medio siglo. Yo nunca he sido profeta en mi tierra.

Según el británico, para los cerdos en el poder “todos los animales son iguales, pero algunos animales -sobre todos aquellos que retozan en la inmundicia chavista y su lodo moral- son más iguales que otros. Por eso son inmunes a la crítica y cuando más a la justicia.

No me hago responsable si ofendí a alguien con mi ingenua fabula, fue otro tropiezo con la realidad tragicómica que nos devasta. Insisto no fue idea mía, fui empujado, picado y arrinconado por el pueblo venezolano que me lee y que está asqueado de tanta inmundicia.

A fin de cuentas la voz del pueblo -que es una escandalosa mayoría- es la voz de Dios y a ella yo me someto. Recuerden: tan sólo soy un corderito rebelde de la granja chavista.

Y me pongo creativo.

Y escribo...


GUSTAVO TOVAR ARROYO
La Patilla  23/01/2016








Fuente: LA PATILLA

domingo, 17 de enero de 2016

YO CONFÍO...



POEMAS PARA INSUMISOS



CINCO POEMAS DE JOSÉ CABALLERO BONALD




 
CIRCUITO CERRADO


La ignorancia, como la hoja
perdida del libro, va
de aire en aire escribiéndose,
haciéndose más libre,
casi arrancada ya
de las ramas del tiempo, hasta
caer en el dominio
del insaciable, que la toma
del polvo y la reduce
a gobierno de luz, la reincorpora
a su libro marchito, convocando
allí su propia sed enmascarada
de ambición, porque no sabe
que la sabiduría es como un cuenco
donde todo se vierte hacia nacer.



 
NECIOS CONTIGUOS


Abstemios y locuaces viven juntos
en la casa de la infelicidad.
Allí reciben con asiduo encono
a gentes ambidextras,
adiestradas en los arduos oficios
de la majadería y en los siempre viscosos
preceptos de los bienpensantes.
A chorros vociferan, declaman,
abominan del rango de infractores,
gustan del sonsonete atroz de las tertulias,
consisten en ser sólo lo que son:
el eco triste de otros tristes ecos.
Escrito está en los márgenes
de libros y botellas:
los necios se asesoran
de otros necios contiguos.



 
SECTA


Me asomo a un mundo numerado y veo
la secta envilecida de los hijos
de quienes ya eran hijos del oprobio.
Solapan sus linajes con cosméticos,
pero aun así no pueden
encubrir esa abyecta condición de gregarios
que sustenta su fe.
Se llaman como sus gentes se llamaron,
nombres trucados de homicidas,
nombres hereditarios de secuaces
de soldadescas y de clerecías.
Son los mismos
que siguen solazándose
con las soflamas de los patriotas
y empuñan de continuo estandartes y cruces
con que emular a sus mayores,
mientras avanza por las avenidas
un cortejo triunfal de bienpensantes


BIENAVENTURADOS LOS INSUMISOS


Ni la justicia con sus manos ciegas,
ni la bondad de ojos efímeros,
ni la obediencia entre algodones sucios,
ni el rencor que atenúa
la desesperación de los cautivos,
ni las armas que arrecian por doquier,
podrán ya mitigar esas lerdas proclamas
con que pretenden seducirnos
aquellos que blasonan de honorables.
Quienquiera que merezca el rango de insumiso
descree de esa historia y esas leyes.
El poder de los otros
nada sino desdén suscita en él.
Ha aprendido a vivir al borde de la vida



 
DE LOS PELIGROS EPISTOLARES


No leas esta carta que te estoy escribiendo,
no la leas si puedes, criatura taciturna,
está llena de furias e infortunios,
está llena de deudas con los
incorregibles burdeles de la historia
y de una belicosa caterva de improperios
contra ti, contra mí, contra la fauna
de los siempre obedientes,
de los que nunca se equivocan, esos abominables
precursores de nada que peroran
en los arengatorios de la mediocridad.
No leas esta carta si es que puedes,
sólo la escribo a modo de coartada para no desertar.
Soy aquel que no quiso recurrir al recurso del silencio
cuando ya no quedaban palabras por aquí


José Manuel Caballero Bonald







Fuente:
José Manuel Caballero Bonald “Vivo Allí Donde Estuve”
Poemas escogidos (1952-2012)/ Editor Junta de Andalucía
Consejería de Cultura y Deporte/2013

SÓLO POR HOY...



sábado, 16 de enero de 2016

SÁBADO DE...




YA ESTA BUENO DE...


Y CADA SÁBADO ES... SEN-SA-CIONAL




La zona tórrida

debí nacer burgués
para amar a los pobres de la tierra
debí dormir arrullado por la voz
de una nodriza redonda
debí nacer en París

para encontrar poesía en todas partes
y confundir con deseo la mirada curiosa
del aprendiz de asesino
para pensar que la batalla que cada noche
retumba en mis oídos
se libra en nombre de alguna causa digna
y mirar las luces en el cerro
maravillado

que otros canten la grandeza indómita
de ser pobre y bueno
yo sé la violencia que cabe en dos días
perrea mami perrea

mi infancia huele a borracho
a morcilla sancochada en las aceras
el vecino embiste contra la mujer
a ella le gusta la gasolina
avienta desperdicios por la ventana
sube el volumen a la radio
cómo le encanta la gasolina
sube el volumen al televisor
y cada sábado es sen-sa-cional

en el barrio todos los días hay fiesta
todos los días hay muerto
todos los días alguien se orina sobre la belleza
que anda sarnosa dando lástima
perreando.


 Alejandro Castro
 “El Lejano Oeste”/Bid & Co, 2013.